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Santiago - Smog sobre la ciudad |
Miro al techo y a los costados del vagón, al
cual ingreso después de esperar largos minutos y, noto que estos
lugares están repletos de publicidad, incluso a través de las ventanas del carro, cada
vez que este se detiene en una estación, logro divisar en las murallas del exterior muchos letreros con avisos coloridos que te invitan a hacer esto u
aquello, es imposible descansar, si el objetivo es volverme ansioso y
agotarme visualmente me digo, no lo van a lograr, simplemente cierro mis ojos y
respiro profundamente para entrar en un acto meditativo, en medio de cientos de
personas que se aprietan unas a otras a primeras horas del día, todas ansían
llegar a la hora a sus trabajos. Al cerrar mis ojos viajo a otros lugares
visualizando paisajes, recuerdos gratos que me impidan sentir cansancio durante
esta acalorada y agotadora experiencia y, así impedir ser adormecido e hipnotizado por los mensajes subliminales del entorno.
Hoy el paisaje que uno observa en estos vagones
ha cambiado, la gran mayoría de sus habitantes se encuentra conectado a través
de su smartphone o iphone al mundo virtual, las personas no cruzan miradas, es
riesgoso, se sienten invadidas, no confían en los demás, mejor es desconectarse
de este mundo que llamamos real, de tanta violencia, tanto stress y así nos
evitamos conflictos, problemas de salud. Estar conectados a la red, nos
revitaliza, nos da seguridad, nadie sabe que estamos haciendo, no nos sentimos
invadidos, nadie opina sobre nuestro actuar o decisión adoptada con nuestro
dispositivo multimedia, estamos al fin acompañados de algo en lo que si podemos
confiar, pues hace lo que le ordenamos y nos brinda bellas melodías o videos si
se lo solicitamos, o nos conecta con nuestros trabajos, para que renunciar a
este mágico y placentero momento. Si muchas veces cantamos de felicidad, a gran
volumen sin notar que nos están escuchando, pero no estamos consciente de ello, no
nos preocupa, para que, si este mundo real no existe en ese momento.
De pronto llegas a destino, la multitud te saca
de los vagones sin tu hacer el menor esfuerzo, las personas inmediatamente
comienzan a correr, hay que hacer cambio de tren quizás, o llegar a la hora a
sus trabajos. Las paredes vestidas de publicidad continúan bombardeando nuestro
inconsciente, no nos pueden dejar ningún momento tranquilos, simplemente no nos
dan tregua.
Cuando al final sales de la estación del tren
subterráneo, el paisaje de concreto esta repleto de locales que venden sus
productos, quioscos en las esquinas ofreciendo diarios y revistas, los cuales
entre sus paginas hospedan bellas publicidades ocultas. La mayoría de los
locales son comerciales, repletan la ruta que transitas de estímulos para
comprar, comprar y comprar, ¿Qué hay de diferente en el paisaje que estimule tu
tranquilidad y paz interior?, unos simples árboles en medio del concreto, que
no logran despertarte del letargo en que te encuentras. Cómo no nos vamos a
cansar, a agotar, si nuestro entorno carece de lugares que inciten a la paz, a
la calma, a la reflexión, a la armonía. Eso no ocurre porque es peligroso quizás, no
puedes despertar, debes comprar, para ello debes tener una alta carga de
ansiedad, pienso que nada de lo que esta en tu ruta de viaje esta por azar, los seres
humanos somos en verdad héroes al resistir y no enfermarnos mentalmente
con el diseño de estas grandes urbes. Smog y Contaminación Acústica, que más.
Me despido……necesito descansar. Mañana debo
tomar el tren subterráneo e ir a mi trabajo nuevamente…Un Abrazo y siempre despiertos por favor.
Carlos Arismendi Gukowsky.